miércoles, 13 de febrero de 2008

Lo que marca la diferencia


David respondió a Saúl: «Tu siervo era pastor de las ovejas de su padre. Cuando venía un león o un oso, y se llevaba algún cordero de la manada, salía yo tras él, lo hería y se lo arrancaba de la boca; y si se revolvía contra mí, le echaba mano a la quijada, lo hería y lo mataba». 1 Samuel 17.34–35
No hay duda que David demostró singular valentía frente al desafío que presentaba el gigante de Gat. Todo un ejército acobardado había experimentado día tras día la humillación de escuchar el reto del filisteo, proferido con abundantes insultos contra los israelitas y su Dios. Solamente el joven pastor se había animado a responder.
Sin perder de vista esta tremenda demostración de coraje, miremos por un momento la explicación que David ofrece al rey Saúl. No era la primera vez que se enfrentaba a situaciones adversas. Muchas veces, mientras pastoreaba las ovejas de su padre, había tenido que defenderlas del ataque de un oso o un león. De modo que hacerle frente a situaciones de extremo peligro no era algo desconocido para David.
Es precisamente en este detalle que encontramos un importante principio de liderazgo. David ahora saldría a pelear frente a todo un ejército que observaría con suma atención la hazaña del joven pastor. Este era su primer combate en público. La preparación para este momento, sin embargo, había transcurrido en completa soledad, solamente en presencia de sus ovejas. David se proponía ahora hacer lo que muchas veces había hecho en privado, a solas.
El líder que aspira a ser efectivo en público debe cultivar las cualidades que necesita para ministrar efectivamente, cuando está a solas. Lo que somos en público solamente impactará la vida de las personas que nos observan, cuando esté respaldado por una vida secreta de devoción y compromiso lejos de la mirada de las multitudes.
Es por esta razón que muchos líderes no logran más que hacer pasar un buen momento al pueblo de Dios. Su ministración puede ser muy llamativa, pero carece de impacto porque su vida no posee ese grado de santidad y compromiso que solamente se puede cultivar fuera del ámbito público. Vivir en los lugares secretos de la vida, una experiencia intensa con Dios es lo que hace la diferencia en el ministerio, aun cuando los demás jamás vean esas vivencias personales. El peso espiritual de una persona, sin embargo, lo perciben todos aquellos que tienen cierta sensibilidad espiritual.
El Espíritu, que es el que realmente toma nuestro esfuerzo y lo usa para tocar la vida de otros, solamente fluye a través de esas personas que viven una vida de comunión permanente con Dios, y no en aquellos que solamente practican la santidad cuando están en el ojo público.
Para pensar:
¿Cómo es su vida cuando está a solas y nadie lo está mirando? ¿Hace las mismas cosas que hace cuando otros le están observando? La verdadera persona no es la que ven los demás, sino lo que usted es en su vida secreta. ¿Qué pasos puede tomar para cerrar la brecha entre lo que usted es en público y lo que es en privado?

Reciban un fuerte abrazo del Pastor Nelson Matto.

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